domingo, 16 de octubre de 2011



+ ¿Qué te pasa?
- No sé como decírtelo...
+ Intenta explicarlo
- Es difícil, pero a ver.. Siéntate en el columpio, hazme caso, por favor, solo así lo entenderás todo lo que siento
+ Ya estoy en el columpio, ¿Ahora qué?
- Comienza a columpiarte, una vez cogido impulso cierra los ojos. ¿Notas esas cosquillas en el estomago? A mí no me hace falta columpiarme para sentirlas. Las tengo cada vez que te veo, cada vez que me hablas, cada vez que oigo tu nombre.
+ Puf, de verdad.. No sé qué decir...
- No, pero aun no acaba... ¡No abras los ojos, sigue cogiendo impulso! Ahora.. Suelta una mano..
+ ¿Qué? ¿Tú quieres matarme?
- Hazme caso, confía en mí. Suelta una mano...
+ ¡Ahhhh!
- ¿Has visto que sensación? Parece que te vayas a caer, se te corta el aire y se te acelera el corazón, eso me pasa cada vez que te separas de mi, cada vez que te noto distante o más cercano a ella.
+ Pero...
- No digas nada, no abras los ojos déjame impulsarte, y solo abre los ojos cada vez que estés arriba, y mira al cielo, ¿Vale? Una, dos, tres y...
+ ¿Y esto? ¿Cual es esta sensación?
- Solo contigo, siento que toco el cielo, siento que vuelo, me siento a tres metros sobre el cielo.
+ ¿Tanto me quieres?
- Nunca dejaría de columpiarte

Dicen que al mal tiempo buena cara, que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que al fin y al cabo las cosas nunca cambian. Que todo lo que sube baja, pero que agua que pasa no mueve molinos. También dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero que segundas partes nunca fueron buenas; que quien tiene boca se equivoca y que rectificar es de sabios. Que querer es poder y hace más quien quiere que quien pueda, pero que quien todo lo quiere todo lo pierde, además que de donde no hay no se puede sacar. Que quien no arriesga no gana, que quien la sigue la consigue. Que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero que a quien madruga Dios le ayuda. Que si te pica te rascas, que todo lo que escuece cura. Que no hay mas ciego que el que no quiere ver, que a palabras necias oídos sordos pero que a buen entendedor pocas palabras bastan. Que la confianza da asco. Y que quien no corre vuela, que ya se sabe que las apariencias engañan y que por supuesto que no es oro todo lo que reluce. Y mira que quieres que te diga si quien avisa no es traidor, que si te he visto no me acuerdo, y que a rey muerto rey puesto. Que más vale solo que mal acompañado.vale solo que mal acompañado.

Cuando querés que alguien te mire no importa ninguna otra mirada, vos querés esa mirada y ninguna más. Pedimos a gritos desesperadamente que abran sus ojos y nos miren, Que nos vean, Que vean nuestro dolor y nos comprendan. Hacemos enormes esfuerzos para no necesitar de nadie, para no necesitar de una mirada para existir. Pero somos esclavos de esa mirada, la necesitamos, como al aire. Hacemos cualquier cosa por atraer esa mirada,  Intentamos ponernos en el campo visual del otro, quisiéramos tener un reflector que nos ilumine, quisiéramos brillar para ser mirados. Lo curioso es que los ojos que más nos obsesionan son los que no nos pueden mirar. Pero la mejor mirada no es la que se nos niega, sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos distraídamente. Esa mirada inesperada, fuera de todo calculo, esa mirada que nos ve cuando no nos sentimos mirados y por lo tanto nos mostramos mejor. Una mirada capaz de atravesar la máscara y ver lo que hay detrás. Es imposible que nos mire a una mirada vacía, vaciada. Pero lo queramos o no somos esclavos de esa mirada porque todos somos luces apagadas que solo se encienden cuando alguien nos mire.